lunes, 22 de julio de 2013

El Pialadero de Guadalajara, Guadalajara....

Hace una semana, en medio de la lluvia - que ya es normal en estos momentos del año -, Chu y yo decidimos completar la primera parte de nuestra luna de miel con una rica comida. Tomando en cuenta que la primera parte lunamielera incluía una magnífica sesión de spa, con hartas magulladas de carnes, embadurnadas de cosas y la primera vez que tocaba yo una piscina en la Ciudad de México y, ante la propuesta de Chu de ir por unos tacos de suadero, yo abogué por mi derecho de que un gran día de consentimiento debía de seguirse con una gran comida, así que decidimos ir al Pialadero de Guadalajara en la calle de Hamburgo, esquina con Lieja.
A decir verdad, el único recuerdo que yo tenía de la comida jaliciense eran las carnes en su jugo que probé cuando tenía como once años y fuimos en familia a Guadalajara de vacaciones, fuera de eso, me podrían haber dicho que una torta de aguacate era típica de la región y me lo hubiera creído completito. El Pialadero es un lugar familiar, cuyas mesas son equipales preciosos que le dan un toque rústico al lugar, el servicio es lento y los meseros tienden a ser malencarados, hacen fila de espera cuando hay mesas libres para dar y repartir... en fin, una serie de cuestiones negativas sobre la experiencia culinaria, pero all in all, la comida que sirven le gana al mal servicio. 
En el restaurante tienen un menú "normal" y un menú exclusivamente de mariscos preparados de acuerdo a los parámetros de la región, sobre todo utilizando productos como los camarones y el marlín para hacerlos quesadilla, ceviche o aguachile o en preparaciones más sofisticadas como los camarones Pialadero que se preparan con tocino, queso y no sé cuántas cosas más. Nosotros decidimos ir a lo más tradicional y apetecible, por lo cual Chu pidió unas carnes en su jugo, las cuales vienen con frijolitos refritos y cebolla guisada; Chu preparó el platillo con las diferentes verduritas y no pude evitar robarle más de un bocado porque estaban, francamente, deliciosas... el tocino crujiente, los frijoles calientitos y el sabor general es para pedir más de un plato y darle rienda suelta a la gula. Yo pedí una torta ahogada de camarones, la cual estuvo perfecta ya que su nivel de picante no era demasiado y se podía saborear cada uno de los ingredientes, los camarones estaban perfectamente bien cocinados y la experiencia general de ponerse los guantes de plástico e ir sopeando el pan con la salsa fue fantástico. Para compartir pedimos un aguachile verde de camarón el cual estaba demasiado picante para mi gusto y los pepinos que le acompañaban tenían un sabor medianamente rancio que hizo que no termináramos el plato, una decepción ya que las preparaciones en crudo de los mariscos tienden a estar en la lista de mis cosas favoritas para comer. Finalmente, Chu pidió un flan que parecía estar pre-empaquetado, una decepción pero se lo comió todito, al fin y al cabo.
En general, es un gran lugar para darse unos atracones bestiales de comida con buen sabor, nada más que hay que saber qué pedir y en qué momento del día ir a comer. Supongo que, de haber llegado un poco más temprano no nos hubiera tocado un servicio tan molesto en donde me daba la impresión de que ya les urgía que nos fuéramos, pero, si hablamos de las carnes en su jugo (esas carnes en su jugo...) y la torta ahogada (torta ahogada...) definitivamente volvería sólo para ser feliz comiendo, como siempre.
Menú de El Pialadero de Guadalajara

Torta ahogada de camarón

Aguachile verde de camarón

Toda nuestra comilona con el detalle de las carnes en su jugo y anexos


lunes, 24 de junio de 2013

Sesame: de lo pan-asiático, de lo mejor

Para mi despedida de soltera, siete chicas fuimos al restaurante Sesame en la colonia Roma. La idea surgió de mi enorme fascinación por la comida tailandesa y que ya se me hacía agua la boca desde que una de mis amigas había sugerido este lugar, como una versión más económica del Thai Gardens y que fuera un poco más elevado que el Mog o el Mibong, dos restaurantes que también se basan en el concepto pan asiático pero que están diseñados para ser más como "fondas".
Desde que uno llega al lugar, lo primero que llama la atención es la decoración tan sencilla y atrayente que, al mismo tiempo, nos remonta a la idea de un restaurante que busca cubrir casi todas las tradiciones gastronómicas de Asia. Todo indica que no existe un menú fijo y que los platillos van cambiando de acuerdo a las ambiciones del chef, lo cual lo hace más interesante y experimental para los comensales que deciden acudir al Sesame. Para empezar, cada una de las chicas pidió una bebida distinta que iban, desde el té de jazmín, hasta el llamado sakepolitan (que es, básicamente, un cosmo hecho a base de sake) y de cortesía nos dieron unas samosas de cordero con chutney de tomate que estaban para-chuparse-los-dedos-uno-a-uno-lentamente. Después, de entrada, pedimos al centro un sashimi de res y unos edamames preparados. Para quien no esté familiarizado con los términos, el sashimi es básicamente la preparación en crudo de los alimentos creando, lo que vendría siendo, un carpaccio y el edamame es una suerte de chícharo asiático que se sirve en vaina y, normalmente, se le sirve sólo con sal, pero en Sesame se prepara con salsa de soya y condimentos diversos que le dan un sabor más poderoso.
De plato fuerte, dos de las chicas pidieron unos noodles salteados con pollo, camarón, jengibre y especias; como mi curiosidad es mi talón de Aquiles, no dudé en meter mis palillos en el plato de mi compañera de al lado para probarlos y, la verdad, es que los fideos estaban en su punto perfecto, sazonados - como siempre en la cocina asiática - fuertemente pero que no llegaban a eliminar todo el sabor natural de las proteínas contenidas en el plato. Otras dos chicas pidieron unos medallones de filete de res en salsa de curry rojo con un pan naam (tradicional de la India), un plato vastísimo como para saciar el hambre de un joven adolescente y dejarlo satisfecho. Como una de mis amigas pidió la carne bien hecha, decidí por pedirle un pedacito a aquella que había pedido la carne en término medio; el curry sabía increíble y no picaba demasiado, lo cual permitía saborear la res y los demás componentes del platillo, no llegué a probar el naam pero se veía que estaba bien preparado. Otra amiga pidió un pollo en salsa de curry amarillo, el cual no alcancé a probar pero que ella aseguró que estaba buenísimo mientras que la otra amiga que nos acompañaba pidió un pulpo, el cual sabía fantástico - aún cuando se le hubieran quedado intactas las ventosas - y, definitivamente, nos remontaba a Asia, a pesar de que la proteína - por lo menos a mí - me hace pensar primeramente en Galicia y no en Bangkok. Por mi parte, yo pedí el pato con salsa de ciruela y cardomomo, el cual debo admitir que estaba un poquito dulce pero el pato estaba cocinado a la perfección, una de las cosas que es difícil encontrar en un restaurante; el pato venía acompañado de una polenta con hongos shiitake que sabía a la gloria misma. 
En general, el Sesame es un gran lugar para ir a comer y hacer una reservación. El personal de la cocina y del comedor son amables sin ser demasiado encimosos, la comida es maravillosa a pesar de que no sea del todo barato. Sobre todo se los recomiendo a aquellos que no sean puristas y acepten las reinterpretaciones de la comida y la mezcla de varias culturas en un solo espacio y tiempo. Definitivamente un must de la colonia Roma. Pero sobre todo, sé que no podríamos haber encontrado mejor lugar para celebrar mi última salida como soltera con mis mejores amigas.
El restaurante se encuentra en la calle de Colima 183 en la colonia Roma Norte.

Pato en salsa de ciruela y cardomomo con polenta de hongos shiitake

Noodles salteados con pollo y camarón

Medallones de res en salsa de curry rojo y pan naam

Sashimi de res y edamames preparados

jueves, 30 de mayo de 2013

El Huarache Azteca: de costillas y nanacates

Ayer tuve el enormísimo gusto de ver a una de mis mejores amigas, mi casi hermana, para que me ayudara a arreglar las invitaciones que estoy haciendo para mi boda. Su mamá nos invitó a comer a un lugar llamado El Huarache Azteca, que se encuentra cerca del Mercado de Jamaica en la delegación Venustiano Carranza. Desde un principio me hicieron saber que El Huarache Azteca es el equivalente a La Casa de Toño en Santa María la Ribera o las tortas que están cerca de metro Etiopía, en otras palabras, un lugar al que tienes que ir una vez que estás en el barrio.
El restaurante abrió sus puertas en el año de 1935, cuando originalmente era un puesto de tlacoyos a las orillas del embarcadero del Gran Canal Nacional, lo que hoy conocemos como Calzada de la Viga. Cuando el Canal se tapó y se construyó el Mercado de Jamaica, la dueña adquirió un local en donde comenzó a alargar más el tamaño de los tlacoyos hasta que se volvieron lo que hoy se conoce como "huarache", a su vez, amplió su repertorio y comenzó a servir consomé de carnero como única opción líquida. 
Llegamos a un local con varias mesas, una tarima improvisada y con decoración en tonos amarillos y diseños aztecas en las paredes. Los manteles de plástico, las sillitas de banco y el ambiente en general, lo hacen sentir a uno en casa que, al final de cuentas, es la idea general de las fondas en la Ciudad de México. La carta es súper extensa, con todas las variantes del huarache que pueden existir, con costilla, con arrachera, con queso, con champiñones, y una larga lista de etcéteras que hacen que uno comience a salivar aún cuando no se le ha pedido al mesero la comida. Mi amiga y su mamá pidieron el tradicional huarache con costilla y salsa roja, yo pedí un huarache campesino, que tiene champiñones y queso oaxaca derretido y pedí que me pusieran la mitad con salsa roja y la mitad con salsa verde, así podría yo juzgar cuál de las dos salsas me parecía mejor.
A decir verdad, las dos salsas fueron fantásticas, pero si piden cualquiera de los deliciosos huaraches, les sugiero fuertemente que la piden con salsa roja, tiene mucho más carácter y picor sin llegar a hacerte llorar de lo especioso de la salsa. Todos los huaraches tienen una base de maíz, frijol y están fritos en manteca lo cual - a mí - me hace la más feliz del planeta ya que mientras más frito en grasa esté, mejor (¡se los dice la que fríe el huevo en el aceite que deja el tocino!). De tomar pedimos una jarra de agua de limón, la cual estaba en su punto perfecto de dulzura. 
Por si se les antoja - y se los recomiendo en caso de que anden por la zona - El Huarache Azteca se encuentra en la calle de Torno 154, a una cuadra del Mercado de Jamaica, en la colonia Artes Gráficas. Además, cuentan con servicio a domicilio, lo cual le viene de perlas a los locales para poder degustar los huaraches del local en la comodidad de su casa.

martes, 21 de mayo de 2013

La comida de una vida

Dado el caso de que mi economía no me ha permitido ir a probar lugares nuevos para reseñar, en esta entrada decidí hacer un pequeño recorrido por mi historia personal con la comida, y el lugar que ésta ocupa dentro de mi vida.
Una de las cosas más difíciles, en cuanto a recuerdos, es tratar de ir a aquellos que pasaron casi al principio de nuestra vida, y si además le añadimos la variable de pensar en nuestro primer recuerdo culinario, las cosas tienden a complicarse. Mi primer recuerdo con la comida es de cuando mis papás me llevaban de pequeña a Colonos, una suerte de fonda e-nor-me en Mérida, Yucatán que sirven antojitos yucatecos que siempre vienen con gran sabor y gran cantidad. Me sentaban en mi sillita y mi mamá me pedía ceviche de pescado, el cual me encantaba comerme con las manos y hacer sonidos cuando el toque ácido llegaba a mí, cosa que divertía mucho a mi mamá. De allí se desprenden muchos recuerdos que no se logran diferenciar mucho porque en mi mente se confunde Colonos con la Fonda 99.99 de la colonia del Valle en la Ciudad de México, a donde - hasta la fecha - vamos mucho, por ser de la mejor comida yucateca que se puede conseguir en el DF. De allí, tengo recuerdos de mi infancia que se mezclan entre los panuchos de pavo, fritos y rebosados en aceite hasta decir basta, con su cebollita morada y el pavo perfectamente bien cocinado, los tacos de cochinita que los partía en cachitos para que duraran más y los codzitos, que - básicamente - son unos tacos "de aire" o con muy poca carne molida, fritos, con caldillo de jitomate y queso espolvoreado. 
En cuanto a la comida más "elevada", o gourmet, recuerdo perfectamente (y hasta la fecha lo saboreo como si fuera ayer) una vez que un amigo de nuestra familia nos preparó en su casa en Tepoztlán un cordero a la menta. Yo tenía alrededor de nueve años y el sabor de la menta con el cordero, la consistencia de la carne, junto con una copa pequeña de vino que me habían dado para acompañar la comida, me hicieron agua la boca. Hace un poco menos de un año, este mismo amigo nos volvió a invitar a comer otro cordero que había preparado, pero en ningún momento logró igualar el sabor y los recuerdos que me trae todavía el primero que hizo para nosotros.
Cuando mi papá viajaba mucho por cuestiones de trabajo, comenzamos una tradición navideña de comenzar nuestra cena con una o dos rebanadas de paté de foie gras de ganso, un paté delicioso, sedoso y con una cantidad enorme de sabor para las pequeñas porciones que se alcanzan a comer. Este ha sido uno de las proteínas que más han marcado mi historia culinaria, y la de mi hermano - el cual le llamaba fraguá - ya que era el platillo que esperábamos todo un año para que llegara a nuestros paladares. Si a eso se le sumaba el gran arte que tiene mi mamá para cocinar, en este caso, un pato o un pavo para todos con especias y mantequilla al horno... ¡mmmmmmmmm! Es una de las razones primordiales por las cuales la Navidad es toda una celebración a la comida en mi casa. 
Finalmente, el otro recuerdo de comida que queda tatuado en mi mente como parte de mi historia, fue una de las Navidades que pasé en Francia, en donde me atasqué de todo lo que tenía cara de comestible, desde paté de jabalí, conejo con manzanas y, cuando llegué a casa de mis tíos para el año nuevo, una mesa inmensa de crustáceos que iban desde los ostiones vivos hasta los berberechos y bericuetos, que hicieron que los ojos se me salieran de la anticipación. La cuestión de ponerles limoncito y ver como se retorcían, para después zampármelos uno por uno, hacía que uno perdiera todo tipo de decoro y que cuando quedaba la última concha en la mesa, no me hice de la boca chiquita y les arrebaté a todos los comensales el último bocado de placer.
Es un ejercicio divertido el intentar medir la vida de uno en términos de platillos y bocados. La comida es parte fundamental de mi vida y de mi historia y quería compartirla con ustedes, en espera de que pronto les tenga nuevas noticias de los lugares a dónde ir a comer en esta hermosísima Ciudad de México.

jueves, 2 de mayo de 2013

Omnibus carnívoro - hamburguesero

Después de varias semanas de desaparición por cuestiones de acoso laboral y demás peripecias de la vida, procedo a ofrecer una disculpa por no haber puesto nada de nada en este blog. Es por eso que he decidido que en esta ocasión haré un breviario sobre todo lo que he logrado probar desde la última vez que publiqué. 
Hay días en los que me siento sumamente frustrada por vivir en una ciudad tan grande y que, al mismo tiempo, todo se encuentra concentrado en ciertas áreas que - invariablemente - se encuentran lejos de mi humilde hogar, pero por el otro lado, en cuanto a temas gastronómicos se refiere, me siento muy afortunada de no vivir en una burbuja culinaria y que la ciudad de México es un lugar en donde uno puede darle rienda suelta a las exigencias del paladar de cada quien y, prácticamente, comer lo que a uno se le antoje, siempre y cuando la cartera (o las invitaciones) lo permitan.
Hace ya unos meses, mi papá, mi hermano, Chu y yo fuimos a comer a una parrilla uruguaya llamada Don Asado, un lugar casero, con la música muy fuerte pero que sirven porciones sumamente generosas, lo cual se agradece cuando uno llega con el apetito al full y con ganas de comerse a la vaca completa. En este lugar que se encuentra en la colonia Florida, sobre avenida Insurgentes número 1826 al sur de la ciudad, decidimos darle gusto carnívoro al cuerpo pidiendo una entrada de mollejas de ternera (¡mmmmm!), todos pedimos cortes distintos de carne como el vacío, arrachera y bife de chorizo, cada una en término medio, acompañada de papas a la francesa y ensalada. La verdad es que comimos excelente, a precios muy módicos para las cantidades de comida que se ingieren; la carne es de primera calidad y uno, la verdad, sale feliz de todo lo que se comió. Por si no se tienen ganas de comer carne, Don Asado tiene varias opciones de pizzas a la leña, pastas hechas en casa, ensaladas y parrilladas de verduras y pollo. La verdad lo recomiendo muchísimo.
Semanas después - un domingo - Chu y yo amanecimos con un apetito voraz que nos volvía locos, por lo cual decidimos buscar opciones cercanas a la casa. Después de descontar las opciones de siempre, como el Vips o las pizzas buenísimas de Santa María la Ribera, decidimos ir al Forum Buenavista a comer al Chili's que se encuentra dentro del centro comercial. Con todo y que ya es bola cantada y que es una cadena, comimos fantásticamente. Pedimos toooooodo lo que pudiéramos comer hasta reventar de forma que nos echamos, cada uno, la mitad de unas costillitas, media hamburguesa, bolitas de queso con especias y una canasta de papas curly que estaban para chuparse los dedos una, y otra y otra y otra, vez. El servicio fue muy bueno, los meseros son atentos sin llegar a estorbarte el momento de la comida, el ambiente muy relajado y todos los comensales parecían felices de estar consumiendo sus alimentos, cosa que siempre es buena señal.
Hace poco tiempo fuimos al Ruben's de Prado Norte en las Lomas porque quería probarle a Chu que eran las mejores hamburguesas de la vida y la verdad me decepcionaron. Por lo general Ruben's es una garantía de una gran hamburguesa, servida con su ensalada de col, tocino, carne sabrosa y el pan calientito. Llegamos para darnos cuenta de que en la sucursal de Prado Norte, el servicio es lento y malo, la carne viene en un término cercano a lo crudo (lo cual no me molesta mucho excepto por la temperatura de la materia prima, pero no le preguntan al comensal en qué termino prefiere la carne) y la verdad mi hamburguesa me dejó con un sabor de boca más o menos blah. En caso de que quieran probarlas, porque en el fondo de mi corazón sé que sólo fue esta mala experiencia, les recomiendo no vayan a Prado Norte, sino a cualquiera de sus otras sucursales y lo vean con sus propios ojos.
Finalmente, con motivo de mi entrada al cuarto de siglo, mis ex compañeros y amigos del trabajo me llevaron al centro comercial de Santa Fe a comer a Chazz. Hacía ya como cuatro años que no iba a este lugar pero la última vez recordaba haber comido muy bien. La verdad e que lo único que no estuvo tan padre de mi comida fue que el mesero fue excesivamente atento, de esos que acabas por querer golpear de lo amable y encimosos que resultan ser. Fuera de eso, las hamburguesas monstruosas cumplieron sus expectativas con un gran sabor en la carne y con la posibilidad de ponerle los toppings que uno quiere en la barra de ensaladas. Tal vez lo único que le faltó a la hamburguesa fue la rebanada de queso derretido que tan feliz me hace pero, fuera de eso, uno no se arrepiente de ir al Chazz a pesar de que sea cadena.
En fin, espero que con este omnibus haya vuelto mi confianza y mis ganas de escribir sobre comida. Prometo seguir contándoles todas las cosas que me vaya encontrando en mi camino, los buenos y los malos bocados. Mientras tanto, acepto sugerencias de las mejores hamburguesas que hayan comido ya que eso es algo que mi paladar pide, al menos, dos veces por mes y es uno de los platillos de comida confort (vamos a inventarnos un término que le quede en español) y que a prácticamente todo mundo le gusta. 
¡Les deseo un buen provecho y un buen fin de semana!

domingo, 3 de marzo de 2013

Kolobok: From Russia With Love

La comida rusa puede no ser mundialmente conocida como lo es la italiana o la francesa, pero siempre tiene algo que puede sorprender a los paladares que creen que ya lo han probado todo. En Rusia la comida toma muchos aspectos culturales importantes: en primer lugar es una cuestión de identidad dada la enormidad geográfica de Rusia; en segundo lugar, es una de las pocas gastronomías en las que conviven todo el tiempo ambos polos socioeconómicos, es decir, gran parte está caracterizada por ser comida de las áreas rurales rusas y, por el otro lado, es la comida sumamente delicada que estaba destinada a los palacios y que logró sobrevivir dentro de la cultura alimenticia; finalmente, la comida es la principal fuente de energía para los rusos para poder sobrevivir a los voraces inviernos que a ellos les tocan, por lo cual resultará normal encontrar materias primas como lo son las papas, las remolachas o betabeles, productos fermentados y demás.
Con estas ideas ya en mi mente, el día de ayer decidí librarme de las ganas que me habían quedado semanas antes de ir al restaurante Kolobok en la colonia Santa María la Ribera. Un restaurante pequeño, con no más de 15 mesas, y que, poco a poco, se ha vuelto un "restaurante de barrio" para mis vecinos en donde podemos encontrarnos desde parejas, viejitos, comedores solitarios y familias completas que van a degustar los platos que el ruso prepara. El lugar es atendido en la sección de las empanadas por el dueño, un señor ruso que siempre se le puede ver trabajando en su local y que se asegura que la comida sepa a lo que él comía en su casa, muchos puntos extra a su favor.
El lugar se llama así por un cuento infantil ruso que habla de una pareja de viejitos que querían hacer un kolobok, una bola de masa frita, el cual, al quedarse reposando en la ventana se escapa y se encuentra a varios animales que amenazan con comérselo. A cada uno de los animales les canta una canción sobre como se ha salvado de ser comido y como es fácil escapar, hasta que se encuentra con una zorra que emplea toda su astucia hasta que - ¡bam! - se lo come. El cuento se encuentra en la pared del local y hace que el comensal sonría.
Para comenzar Chu y yo pedimos sopa, la cual tiene la misma importancia que los platos fuertes para los rusos, por lo cual todos los platos de sopa vienen muy bien servidos, con grasita y preparados de manera que uno entra en calor en cuestión de segundos. Yo pedí la super tradicional sopa Borsch, la cual es una sopa esencialmente de verduras con carne deshebrada, tiene betabeles en juliana lo cual le da un color rojo a la sopa, encima se le pone crema y -hop- se come. A pesar de que nunca he sido fanática - y de hecho he pecado de todo lo contrario - del betabel, debo decir que la sopa Borsch del Kolobok me hizo agua la boca y le devoré hasta el final de los finales. Chu pidió - él si se negó al betabel - una sopa de albóndigas, la cual sabía como si mi abuelita rusa la hubiera preparado para hacerme sentir bien en una tarde de mucho frío. Las albóndigas estaban perfectamente bien preparadas y jugositas y, aún así, no le robaban nada al caldo, el cual estaba simplemente suculento.
De segundo plato yo pedí unos ravioles llamados Vareniki, los cuales puedes estar rellenos de requesón o de champiñones; siendo una fanática perdida y confesa de los hongos, opté por los ravioles rellenos de champiñones. Venían 15 en el plato, espolvoreados con perejil y con un platito con crema al lado para ponerle al gusto, si bien no dejan de ser ravioles, resultan ser muy distintos a los de la comida italiana y tienen un sabor muy peculiar que les recomiendo muchísimo. Finalmente, Chu pidió un Cheburék, es decir, una empanada de carne molida grande. Por más que yo hubiera querido pensar que una empanada es una empanada y que no tiene mayor profundidad, la masa con la que está preparada es increíble, tiene un sabor fantástico que tan ganas de que no se acabe nunca, si a eso le sumamos que está crujiente y suave al mismo tiempo, nos ponemos de pie y le aplaudimos al ruso por su labor en hacer empanadas las cuales, por cierto, se venden fuera del local con muchas opciones de relleno y a precios super módicos.
De tomar yo pedí un Kompót, que es un ponche de frutas frío que, al parecer, es típico de Rusia, aunque en el local también sirven Kvas, una bebida alcohólica fementada rusa y cerveza rusa. De la misma manera, cabe mencionar que toda la comida está acompañada por una canastita de pan que el mesero va rellenando con el pan ruso, que se vende por la hogaza o media hogaza dentro del restaurante, y que es simplemente fantástico.
Finalmente, yo pensé que nos iba a llegar un cuentón por andar comiendo cosas exóticas, pero - fuera de que me hicieron válido el descuento por hacer check-in en Foursquare - los precios son sumamente bajos para la calidad y cantidad de comida que ofrecen.
Definitivamente pienso hacer de Kolobok mi lugar de cabecera y uno de mis lugares favoritos para morir de un empacho sonriendo.
La dirección de Kolobok es Salvador Díaz Mirón # 87, esquina con Dr. Atl frente al quiosco morisco de Santa María la Ribera.
Kompót, sopa de albóndigas y sopa Borsch

Cheburék (empanada de carne molida grande)

Vareniki (ravioles de champiñones con crema)

domingo, 17 de febrero de 2013

Máare: not so much

Antes que nada, quisiera pedir una disculpa por la demora en escribir. 
Los sucesos fueron los siguientes: Quería yo escribir una entrada sobre la comida china en la calle durante las festividades del año nuevo chino de la calle de Dolores en el Centro. Digo "quería" porque ya que había degustado unas buenas brochetas y unos rollos primavera bastante insípidos entre los muchísimos puestos de chácharas... una de las cuestiones que no contemplé fue que mi estómago no está tan curtido para esas aventuras culinarias pedestres y sufrí de una intoxicación alimentaria toda la semana: fatal fatal fatal
En fin, para no detallar algo que acabó siendo violento para mi salud, decidí ir el día de hoy - domingo - a probar el Máare Hanal que se encuentra enfrente del quiosco morisco de la colonia Santa María la Ribera.
El lugar se encuentra a sólo un local de distancia del famoso restaurante ruso Kolobok (del cual espero escribir pronto) sobre la calle de Doctor Atl.
En teoría - nótese el "en teoría" - se vende comida yucateca. Esto es importante para mí ya que delimita mi objetivo doble al asistir al local; mi madre es una amante de la cocina y, además, es yucateca, por lo cual yo crecí en una casa en donde la cochinita pibil, el but negro, el frijol con puerco, el queso relleno y el chile habanero, entre otras delicias de la cocina regional peninsular, eran comunes en la mesa los fines de semana, días de fiesta y - de vez en cuando - en la comida diaria. Mi padre había escuchado muy buenas referencias del Máare Hanal y mi madre me envió como espía para saber si si la podría llevar a comer allí dado que siempre estamos en busca de restaurantes yucatecos en donde la comida sepa a lo que debe de saber. El otro objetivo, por supuesto, era probarlo para reseñarlo en este bonito espacio.
La comida yucateca es reconocida internacionalmente por sus sabores y por sus colores. La comida para los yucatecos es un privilegio en su preparación y es altamente importante en su cultura, por lo cual resulta importante que sepa a sus orígenes. Es un abanico gastronómico en donde podemos encontrar vocablos mayas mezclados con palabras en castellano, sabores europeos como el queso de bola, mezclados con las especias y sabores propios del Mayab, materias primas como el jabalí, el venado, el puerco, el pavo y el faisán y un sinnúmero de posibilidades para todos los paladares.
Con toda esta cuestión cultural de fondo, llegué con grandes expectativas al Máare Hanal para poder probar un poco de mi casa pero, para mi sorpresa, la bienvenida fue con la mesera anunciándonos que ya se les había acabado la cochinita pibil, crucial para un restaurante en donde el ochenta por ciento del menú tiene como base a la cochinita y que sólo quedaría para una orden de panuchos, de tacos o una torta. Ante tal anuncio, decidí pedir una sopa de lima (de mis favoritas) la cual, tradicionalmente, es un caldo de pollo especiado, con tortillas fritas, cebolla morada y una rodaja de lima agria, la cual se come de manera integral. Mire a mi alrededor y noté que habían algunas fotos de los platillos (entre los múltiples afiches turísticos de lugares como Mérida, Ek' Balam, Progreso y Valladolid) y, a decir verdad, la fotografía de la sopa de lima prometía mucho. Lo que conseguí fue un plato bastante insípido de caldo de pollo sin su lima y que me dejó un poco triste. A la par, Chu pidió sólo un panucho de cochinita pibil, el cual al parecer no dio mucho de qué hablar, dado que la tortilla no estaba frita frita frita en aceite como a uno le gusta, no tenía frijolitos refritos ni nada de lo que hace a un panucho la estrella del plato. 
De segundo plato, pedí una cosa llamada "bomba yucateca" haciendo alusión a las rimas típicas de los yucatecos, lo cual - esencialmente - era una versión un poco simplificada de una gringa, es decir, una quesadilla de pavo con queso y con salsa de chile habanero. El pavo estaba demasiado grasoso para mi gusto y el sabor del queso se perdía completamente dentro de la estructura del plato; Chu pidió unos salbutes, son tortillas fritas en aceite o en matenca de cerdo, con pollo pibil, lechuga, jitomate, cebollas curtidas y aguacate, los cuales no estaban nada mal pero en realidad no estaban a la altura de lo que prometían. 
Lo que llama más la atención es que dentro de su menú en donde figuran los tacos, tortas, salbutes y panuchos de cochinita pibil, la sopa de lima y los tamales yucatecos, también figuran platillos poco comunes en los restaurantes yucatecos como lo es el pan de cazón, por lo cual me llamó la atención que le dedicaran más espacio a la creación de "ensaladas yucatecas" en vez de integrar platillos como los papadzules (tacos de huevo duro en salsa de pepita de calabaza y tomate que son como para chuparse los dedos y engordar miles y miles de kilos en un bocado), el poc chuc (carne de cerdo asada y marinada en naranja agria con cebolla morada) u otros platos que pudieran alimentar más al comensal.
Dentro de todo no puedo decir que comí mal, pero tampoco comí como esperaba. Me quedé con más ganas de ir al Kolobok y probarlo, para ser francos. En fin, les dejo esta opinión y, como siempre los invito a crearse la suya propia.
Salsa de chile habanero, sopa de lima y panucho de cochinita pibil en Máare Hanal

Salbutes de pollo pibil

La dirección del Máare Hanal es Doctor Atl 183, colonia Santa María la Ribera, delegación Cuauhtémoc, Distrito Federal.

lunes, 4 de febrero de 2013

Boca del Río: la felicidad hecha ostión

El sábado pasado decidimos aprovechar el puente y la llegada de la quincena para ir a comer a otro de nuestros lugares favoritos: el restaurante Boca del Río, el cual se encuentra sobre la Ribera de San Cosme en la colonia San Rafael. Es un poco complicado encontrarlo dado que los puestos ambulantes se han comido la calle, pero si uno se fija bien, entre las muchas zapaterías, encontrará el local cuyo letrero es todo menos pequeño.
Boca del Río comenzó siendo un pequeño changarro en Tepito en el año 1941. Conforme se comenzó a saber de la calidad de la comida, el changarro creció y se movió a un local de buen tamaño sobre Calzada de Guadalupe, para - finalmente - establecerse en un local masivo sobre la Ribera de San Cosme, en donde se encuentra en estos días. El lugar es enorme y hay mesas por todos lados; según nuestros cálculos caben alrededor de 750 personas y es que, además, tienen un segundo piso que pareciera no estar abierto todos los días. Además de las miles de mesas, cuenta con una larga barra para aquellos que van solos y que aprovechan para ver el futbol en las pantallas, la barra en sí tiene varias fotos de los platillos que, si bien no están comidas por el sol, siguen denotando que hace muchos años que se tomaron.
La decoración denota que el restaurante se quedó atrapado en los años setenta, desde las sillas verdes de cantina, hasta las decoraciones que se ponen en los muros de acuerdo a la temporada en las cuales se observan diseños (en este caso el tema giraba en torno al Día de San Valentín) que ya no se hacen hace muchos, muchos... muchos años. Ahora que fuimos habían corazones de papel y cupidos por todas partes, a los que se les suman las flores de plástico que cuelgan de los televisores y de las columnas y las diversas aves tropicales de decoración que cuelgan de los techos. En fin, es un lugar que ralla entre lo folclórico y lo pintoresco.
Si uno se detiene a observar las mesas verá de todo. Desde las familias que van a comer en fin de semana - con niños por doquier - hasta las personas que laboran por la zona, pasando por las parejas, los vecinos de la colonia, etc. así que uno se puede dar cuenta que Boca del Río llegó a la colonia San Rafael para ser uno de los lugares "de barrio", que todos conocen, ubican y les gusta ir a probar la comida.
El servicio es de primera. Si bien no es un restaurante elegante ni caro, las meseras (se pone en femenino porque el 90 por ciento de aquellos que atienden las mesas son señoras) son de lo más agradable, siempre atienden con una sonrisa en el rostro y con ganas de saber que el comensal se la está pasando bien y está comiendo como debe de ser. De la misma forma, los platos siempre llegan rápido y llegan bien presentados y servidos, cosa que siempre se agradece cuando el hambre ruge. 
Ahora, a lo que nos truje. 
De primer plato pedimos dos cocteles; yo pedí uno de camarón y Chu pidió uno campechano (camarón con ostión), los cuales se preparan con salsa catsup - notablemente mejorada por el equipo de cocina - aguacate, cilantro, cebolla y limón. Los cocteles se pueden pedir de distintos tamaños (el más pequeño es en el típico vaso de coctel, el que le sigue en un vaso de malteada y el más grande en una bola) y de distintos bichos del mar, todos de la mayor frescura y limpiecitos, así se satisfacen todos los gustos de probar camarones, caracoles, pulpos, ostiones, jaibas y demás delicias del mar.
Coctel de camarón chico y - detrás - coctel campechano chico en Boca del Río
De segundo plato decidimos pedir a lo grande. Y es que siempre que íbamos, solíamos pedir un coctel en bola y - a lo mucho - una tostada o quesadilla de camarón o jaiba, y con eso uno ya se daba por servido y empachado. Pero en esta ocasión, Chu pidió un filete de pescado, el cual venía acompañado con arroz y ensalada, un platillo que - claramente - es más casero y que satisface las ganas de comer algo que parezca "hecho en casa", mientras que yo decidí tirar la casa por la ventana y pedir unos ostiones 3-3-3-3, es decir, que vienen tres de cada una de sus especialidades: A la diabla, Roquefort, A lo macho y Rockefeller (es decir, gratinados con espinacas). Todos ellos venían increíblemente bien servidos, con el queso burbujeante (como debe de ser para saber que acaban de salir del horno) y con un sabor que daban ganas de chuparse los dedos. No mentiré, eso fue lo que hice antes de tomar un pan y sopear el plato. Si a todo esto se le suman unas cervezas bien frías... ¿Qué decir? Se me sigue haciendo agua la boca.
Nosotros decidimos probar algo nuevo, pero en la carta se pueden encontrar todas las variedades de mariscos y las distintas formas de preparación. Es decir, encontramos desde las tostadas y el aguachile de camarón, pasando por los cocteles y los ceviches, hasta las distintas maneras de preparar camarones, pulpos, calamares, langostas, langostinos, ostiones, almejas y cangrejos, todos ellos comprados el mismo día, lo cual asegura la limpieza y la frescura necesaria para una materia prima que puede llegar a ser tan delicada y dañina si no está bien preparada. 
Dentro de todo, la experiencia en Boca del Río fue increíble. Es un lugar en donde uno se la pasa bien, come a gusto, lo tratan bien y, sobre todo, no se termina en bancarrota. Además es siempre bueno encontrar lugares en donde preparen platillos "tradicionales" de la costa mexicana, sin llegar a ser un restaurante de especialidades sinaloenses como es el caso de Los Arcos o los tacos de pescado y camarón de El Sinaloense. Aquí, uno puede comer y probar lo que sea.
Si ustedes son como yo que, felizmente, firmaría y empeñaría mi alma por un plato de mariscos, les recomiendo ampliamente el restaurante Boca del Río, les prometo que saldrán con una gran sonrisa y con un empacho feliz.
La dirección del lugar es Ribera de San Cosme 42, colonia San Rafael, delegación Cuauhtémoc, México D. F.

Ostiones 3-3-3-3

Filete de pescado con ensalada y arroz

lunes, 28 de enero de 2013

Yue Hai: el templo buffet de la Zona Rosa

Uno puede esperar varias cosas al llegar a la Zona Rosa de la Ciudad de México. En primer lugar, uno siempre ubica la fuerte presencia de la comunidad LGBTTTI mexicana, los miles de turistas, las sex shops y demás establecimientos pintorescos de la zona; pero otra de las marcas fuertes de este lugar del DF es la representación de las culturas asiáticas (sobre todo la coreana y, en menor proporción, la china) y sus múltiples establecimientos de comida regional. 
El sábado pasado, decidimos ir - de nuevo - a un pequeño restaurante bufftet chino llamado Yue Hai, el cual se encuentra sobre la calle de Hamburgo número 96 en la colonia Juárez. Todo indica que el nombre se lo debemos al Templo Yueh Hai Ching, uno de los templos taoístas más antiguos de Singapur, el cual fue construido por los comerciantes y marineros chinos buscando ayuda divina para poder sobrevivir en altamar. Si bien esta referencia resulta convincente, también cabe señalar que el vocablo Yue hace referencia a la comida regional cantonesa; esa también puede ser otra razón de ser del nombre.
Ahora, en el restaurante no encontramos algún tributo específico al mar, sino que dentro de su buffet, cuyo precio es enormemente accesible para las cantidades monstruosas de comida que puede uno ingerir en el local, encontramos una variedad de platos típicos de la cocina china y uno que otro platillo con toques mexicanos. 
Cabe señalar que no era la primera vez que decidimos ir al Yue Hai y, casi siempre terminamos pidiendo lo mismo. Esta vez decidimos planchar la barra del buffet y de los postres para probar lo más que se pudiera. Dentro de los platos que siempre tienen están las dos opciones de sopa, una de tallarines y otra de pescado la cual destaca por su sabor concentrado y picante y sus pequeños trozos de camarón y pulpo que están mezclados con lechuga y germinados; después se puede degustar una amplia variedad de platillos como lo son los típicos rollitos primavera fritos (es decir los rollos chinos y no los vietnamitas que son con el papel de arroz "al natural") rellenos de verduras, el pescado y camarón rebozados, wonton fritos y demás entradas a las cuales se les puede echar la salsa agridulce que ellos tienen en su restaurante. De igual manera cuentan con una serie de guisados como el chow mein, fideos con verduras, camarones enchilados, costillas con piña, pollo frito, gallina a la naranja (uno de mis favoritos) y camarón con verduras, entre varios otros de los que uno puede escoger.
En cuanto a los postres, el buffet deja mucho que desear ya que pareciera el buffet de cualquier lugar muy barato o de cualquier cafetería de bajo nivel en donde incluyen una suerte de "mini barra de ensaladas" que sólo contiene la lechuga cortada y los aderezos en su bote, mientras que los postres son gelatina de limón y de uva y distintas frutas en almíbar que ni fu ni fa, para ser sinceros.
Como no estamos hablando de un lugar de "alta cocina china" ni de un lugar más especializado en comida regional como sería el RicoFood de Avenida Coyoacán, ponen a la disposición del comensal una serie de condimentos sobre las mesas que pudieran encontrarse en cualquier lado como la salsa Valentina o Maggi , a excepción de la sala Sriracha, la cual viene en su bote (que se puede encontrar en cualquier parte del mundo al parecer) y que es salsa picante especialmente hecha para la comida asiática, originalmente sólo para la comida tailandesa pero que ahora se ha extendido a casi todas las variantes excepto de la comida japonesa.
El lugar cuenta con una buena treintena de mesas de todos los tamaños y capacidades, la decoración deja muchísimo que desear ya que sólo tiene algunas ilustraciones en los muros de escenas de la costa pero nada que en realidad nos remonte a China como sucede en otros restaurantes donde siempre se puede encontrar el exceso de rojos y dorados y los dragones por todas partes. El bar, como muchos de estos lugares accesibles al bolsillo, tiene varias fotos de platillos como el Chop Suey y algunos otros que figuran en su buffet, el cual nunca cambia realmente.
Esta fue mi muy particular experiencia, sé que volveré porque el precio hace del lugar algo deseable cuando el hambre aprieta y el paladar tiene ganas de comida china. Les invito a visitarlo y crearse su propia opinión.

Sopa de pescado y plato con gallina a la naranja, chow mein, rollitos primavera y camarón rebozado en salsa agridulce.

sábado, 26 de enero de 2013

A modo de aperitivo

Quisiera dedicar esta primera entrada del blog a explicar mis razones por las cuales decidí comenzar un blog de cocina. 
No soy chef, no estudié para chef, hasta la fecha nadie ha muerto con la comida que yo hago pero una de las cosas que disfruto más en esta vida es comer. Hay veces en las que pienso en las personas y en las culturas que observan en el proceso de alimentación un mero trámite para no morir y poder pasar la página de sus vidas.
Yo no soy así.
Si yo pudiera hacerlo, haría todos los días (o pediría todos los días) algo fantástico para comer, algo que pudiera hacer que disfrutara hasta lo poquito que pudiera quedar en las comisuras de mi boca o relamerme los dedos. Vamos, pensar en agarrar un cachito de pan y limpiar los platos con lo que quedara de los alimentos. 
Soy de esas personas que disfrutan viendo programas de cocina y se frustran porque saben que pasarán muchos años para que pueda aprender las técnicas necesarias para hacer algo que en pantalla (o en la receta) se aprecian muy simples, o que - siempre cabe esa opción - jamás lograré tener entre mis manos una variedad de ingredientes que las distancias geográficas y la estrechez de mi cartera no me permitirán saborear. 
Es por eso que he decidido comenzar este intento de blog para poder hacer como si fuera crítico de comida (uno de mis sueños más guajiros junto con tener una tienda esotérica y salvar al mundo) y compartir con las personas que lleguen a leerme lo que me voy encontrando en mi camino en mi intento por probar comidas y darle nuevas experiencias a mi paladar.
Espero lo disfruten como yo, seguramente, lo disfrutaré.
Bon appétit!